Marino y pescador
Un sencillo homenaje
Celebraba hace un mes el gobierno municipal a los pescadores en su día,
instaurado en un 9 de octubre con el primario afán de recordar y honrar a los
que jamás regresaron de su lucha con el mar. Aún que son la esencia de la
evolución de esta minúscula porción de Quintana Roo, los pescadores y marinos
isleños viven hoy momentos difíciles porque la pesca furtiva los ha dejado sin
recursos…que antes del turismo y por más de cien años nunca escasearon.
Adolecen también de equipos y embarcaciones adecuadas para lograr mayor
autonomía en su labor. Requieren igualmente de un buen esquema de
comercialización que no los ponga en la lona, como ocurre hoy con la langosta
que observa el desplome más grande de sus precios en las últimas 3 décadas.
Desplazados de sus lugares tradicionales de pesca, con vedas permanentes
y de temporada, quienes fueron protagonistas de la historia local sobreviven hoy
con ayudas extraordinarias que no mejoran su situación. En aras de “conservar”
lo poco que queda del deteriorado ambiente se les han cerrado puertas. Primero
está el turismo, porque todos, incluyendo los pescadores, vivimos de esa
actividad.
La cuestión es, que la abundancia pesquera es leyenda que nos cuentan los
abuelos, quienes al recrear aquellos buenos tiempos no pueden evitar la
nostalgia por lo que jamás volverá.
Y así como los recursos marinos son cada vez más escasos, lo mismo ocurre
con aquellos isleños que conocieron épocas mejores.
Para no olvidar, me ocupo en esta ocasión de un paisano que resulta un
buen referente de lo que era hace unos años el marino-pescador de Isla Mujeres,
aquel que inmortalizó Virgilio “Chino” Fernández en sus canciones.
Se llama José Nicolás Figueroa Paz, y nació el 28 de marzo de 1933 en
Isla Mujeres. Producto de los tiempos que le tocaron vivir, el hombre es hoy un
experto en tópicos de navegación, de pesca y construcción de barcos de madera.
Sus padres fueron José Eduviges Figueroa Rodríguez y María del Socorro
Paz González, ambos nativos de Isla Mujeres. El padre del personaje que nos
ocupa fue un reconocido carpintero de ribera, y entre otros barcos construyó
uno al que denominó "Tres Reyes", el cual se haya envuelto entre las
leyendas de los pescadores de la región.
Más conocido como Pepe, cuenta el entrevistado que su infancia no fue
nada fácil porque desde muy pequeño debió trabajar para apoyar la economía
familiar, vendiendo pan en las calles, boleando zapatos y cortando leña para la
panadería del pueblo.
Contaba José con apenas 12 años de edad cuando inició su etapa de
pescador al lado de su padre. La captura de tortugas, así como la pesca de
escama, eran las principales actividades a las que se dedicaron desde los años
cuarenta del siglo pasado.
Los lugares donde preferentemente pescaban eran: El Placer, en la Punta Sur de la isla, y el Paraje Mayor, situado éste a dos millas de la costa, allende la
Punta Norte de la ínsula. Las redes se tiraban a lo largo desde la playa; eran
tiempos en que la captura de especies marinas se hacía muy cerca del poblado. “Ahora hay que alejarse demasiado y por eso algunos
no vuelven”- comenta José.
Otros lugares donde pescó con su padre son
Boca Iglesia, Boca Nueva y Boca Limbo, cerca del Cabo Catoche, así como Cayo
Ratón frente a Isla Contoy. Sus presas preferidas eran las tortugas blanca y
carey.
Mantenían vivos los quelonios encerrándolos en corrales hechos con palos
de “chit”; esto mientras se comercializaban en los mismos campamentos pesqueros
de la costa. La langosta se capturaba de noche con lámparas de carburo y una
especie de jamo o bolso llamado chapingorro,
el cual consiste en un aro sosteniendo un bolso de red cónico; un arte de pesca
que como otros, fue introducido en Isla Mujeres por pescadores cubanos. Con ese
aparejo se capturaban las langostas una por una, de preferencia comenzando por
la última de la fila para no espantar a las demás.
Por supuesto, también utilizaban redes, las cuales eran fondeadas con
grampines, utilizando boyas y banderines para señalarlas. La malla se fabricaba
de algodón, y algunos pescadores hacían las cuerdas de huano tejido, palma de
chit y de henequén.
Las boyas se hacían con palo de corcho cortado en trozos. Luego de darles
la forma necesaria se perforaban con un fierro al rojo vivo. Estas boyas
caseras eran conocidas como hechizas. “Por el corcho no había problema, y aun puede obtenerse en el Corchal,
allá por Punta Arenas”- señala el Sr. Figueroa Paz.
Barcos de Madera
Descendiente de constructores de barcos, me
pide Pepe Figueroa anote sus comentarios sobre el tema. Cuenta:
“José
Figueroa Rodríguez, mi padre, adquirió de su tutor la capacidad y los
conocimientos sobre la carpintería de ribera. Su primera embarcación la
construyó en el año de 1945 y la bautizó con el nombre de José Manuel. Medía
entre 20 y 25 pies de eslora. Le siguieron cinco más: Neptuno, Júpiter, Isla
Mujeres, el Cisne, y la anteriormente mencionada Tres Reyes, todas fueron de diferentes tamaños y diseños.
Como
en la década de los años cuarenta no existían poblaciones en la costa, salvo
algunos ranchos pesqueros y copreros, la vegetación era rica en maderas
preciosas. Los carpinteros isleños hacían el cruce a la parte continental
internándose en parajes bondadosos en árboles y maderas tales como la del
jabín, que servía para hacer curvas, nebrules (de Neb
Rules) y costillar. Cortaban también
cedro, el cual se utilizaba para forrar el fondo del casco.
Otras maderas empleadas en la
elaboración de las naves eran el bambú, conocido en la región como jimba, por
ser adecuado para la vara de la vela; servían también el brasilete, el guayacán
y hasta el palo de tinte, por ser de consistencia muy resistente. También se
usaba la madera de casuarina, una variedad de pino muy liviano.
El tiempo de construcción de
estos barcos fluctuaba entre cinco y seis meses ejecutándose in situ.
Normalmente eran trabajos para dos o tres personas. La herramienta era la
tradicional: formón, serrucho, sargento, martillo, hachuela, etc. El herraje:
clavos cuadrados, tornillos, etc., era de importación, obteniéndose
principalmente de Belice.
Los barcos que se construían
se dedicaban a la pesca. En la época que te platico navegaban por el litoral
otros navíos conocidos entonces con los nombres de: Juanita, que era propiedad
de la Casa Aguilar de Chetumal, el Antonio Sánchez, del mismo lugar, el María
Fidelia, el Claudio Canto de Cozumel, y la Carmita, una de las embarcaciones
más antiguas dedicada al cabotaje de tipo mixto, o sea: carga y pasaje.
El recorrido de esa
embarcación era de 36 horas de viaje. Saliendo de Progreso, seguía a
Chichxulub, Isla Mujeres, Puerto Morelos, Cozumel, Punta Allen, Punta Herrero,
e Xcalac, visitando por todo el litoral los ranchos de cocoteros de la costa,
donde se embarcaba la copra encostalada, (pulpa seca
de coco) a la vez que se entregaban
mercancías y se transportaba pasaje.
Otros viajes duraban quince
días entre ida y vuelta, siempre costeando. Contaban todas estas embarcaciones,
con cinco o seis chalanas o alijos de 12 a 15 pies de eslora, con los cuales se
movía la gente y la carga desde el barco hasta la costa y viceversa, ya que la
mayoría de los ranchos costeros no contaba con muelle. Era toda una hazaña
preparar alimentos navegando, sirviéndose de anafres de carbón; los incómodos
espacios bajo cubierta se llenaban con carga y también eran utilizados como
dormitorios.
No era fácil conciliar el
sueño por los vaivenes del barco y porque había que acostarse sobre carga que
en lo general eran costales con copra, cuyo olor no se desprendía del cuerpo en
varios días
La manera de navegar de noche
era guiándose por las estrellas; en el día, ayudaban puntos de referencia que
cada cual registraba en la topografía de la costa. También se empleaba el
compás, por cuartos equivalentes a grados. En cuanto a los tipos de propulsión,
servían principalmente velas de lona o algodón, triangulares o cuadradas; y con
calma chicha se recurría a la fuerza
humana con la vara y el canalete. Cuando un mal tiempo nos sorprendía en mar
abierto se buscaba el abrigo de los quebrados o de alguna ensenada en la costa.”
25 años a bordo
José Figueroa Paz fue muchos años marino naval. Luego de contraer nupcias,
a los 21 años de edad, con la señora María de los Ángeles Pérez Miranda (+), ingresó
en la Armada de México como marinero en Isla Mujeres. Era la década de los años
cincuenta, y José Figueroa, decidido a superarse, inspirado en el comienzo de
operaciones de una estación de radio en la ínsula, tomó dos cursos de un año en
el Centro de Capacitación Naval (CENCAP), en el Puerto de Veracruz, logrando en
1963 el grado de Primer Oficial de Comunicaciones Navales, con el cual se
desempeñó como Jefe de Comunicaciones a bordo de los dragaminas DM-02 y DM-09.
En l968 fue comisionado a las Olimpiadas,
y más tarde pasó un año en la estación de radio de Isla Contoy; luego lo
comisionaron a Isla Mujeres. El siguiente encargo que cumplió fue de dos años
en Isla del Carmen, pasando a ocupar plaza después en Tampico; siendo enviado posteriormente
a Puerto Cortés, Baja California Sur, donde permaneció cuatro años. Su último
destino como marino naval fue Champotón. Al cumplir 25 años de servicios prestados
a la Secretaría de Marina se retiró con el grado de Teniente de Fragata.
Pudo disfrutar entonces de su familia; de su esposa y de los siete hijos
que procrearon.
Volvió a su origen: la pesca; ya que con el apoyo de Romeo Magaña Carrillo
adquirió una lancha para continuar capturando escama y tiburón. A partir de
1996 Pepe Figueroa fue nombrado Juez Calificador del Municipio, cargo que
desempeñó 9 años con eficiencia, porque como dice él, “hay que portarse bien y seguir llevando el sustento a la casa”.
Gente como José Figueroa Paz ya no queda mucha en Isla Mujeres. Gente
como él son hoy testimonio vivo de tiempos de bonanza pesquera que no volverán.
“La pesca en las aguas
periféricas la isla es historia. Ahora la lisa que comemos viene de Río
Lagartos, de donde antes sólo nos llegaban los toros para las fiestas del
pueblo -dice sonriendo y concluye- Si hubiera una buena cultura pesquera los recursos se recuperarían. Es
cuestión de dejar en paz por tres años los sitios de reproducción de las
especies, pero eso se antoja imposible. Los pescadores de antes respetábamos al
mar, cuidábamos las especies porque de eso dependía nuestra supervivencia.
Antes sobraba mar para ir a pescar; hoy lo que sobra son pescadores.”
Dejo a Pepe Figueroa en Playa Caribe, donde todos los días es
localizable. Queda con sus recuerdos de tantos años de enfrentar al mar,
contento de saber que siempre lo venció, que siempre pudo regresar a casa, a su
adorada Isla Mujeres.
Y cierro el espacio agradeciendo a su hijo Miguel Ángel las fotos que
aportó para esta crónica caribeña, la cual dedico con mi afecto a Karla
Georgina, Manuel Jesús (+), José Luis (+), Olivia Higinia, Julio César, Nidia Marina,
y al propio Miguel Ángel, que son los hijos que Pepe Figueroa y María de los
Ángeles Pérez Miranda trajeron al mundo.
Colaboración de:
Fidel Villanueva Madrid
Cronista Vitalicio de Isla Mujeres
Mail: ixcheel_48@hotmail.com
Noviembre de 2012.-
Excelente entrada!